Eras todo para mí y de repente, nada. Ya no eras el sol que acompañaba mis mañanas, ya no eras el testigo del amor que yo expresaba, ya no estaba enamorada. Y el brillo de mis ojos que al verte yo irradiaba, suavemente se apagó. Los colores no vibraban, una lágrima caía, tristemente yo lloraba, ya no estaba enamorada. Y tú, con la garganta atravesada por palabras que el sonido abandonaba, fuertemente en tus brazos me tomaste y al oído susurraste: No tengas miedo de amar otra vez que el universo es infinito y el amor lo es más, aunque dure tan poquito. Septiembre 03 de 2017